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29 de febrero de 2012

El movimiento de los indignados: una ficción para los cubanos en la Isla



Me ha llamado la atención el movimiento de Indignados que toman plazas por el mundo, al estilo del viejo oeste, sin entrar a valorar si tienen o no razones para hacerlo, porque no tengo los pormenores de la situación que los lleva a tal acción. (Cuando tales protestas ocurran en Cuba, entonces podré dar los detalles de esos actos).
Lo que me resulta curioso es cómo se puede acampar, montar una carpa y decidir “aquí me quedo”. Para los cubanos eso sería ciencia ficción. Sin ser politólogo ni sociólogo, apenas un escribano que expresa su sentir, aplaudo cualquier movimiento social que apele a la libertad de protestar y manifestar sus desacuerdos.
Aquí sabemos que las Damas de Blanco apenas asoman por cualquier parte del país, solo de pasada, en una caminata silenciosa, al instante una horda de facinerosos, mercenarios abusadores pagados por el gobierno, las golpean y arrastran en plena calle y se las llevan detenidas, a ellas, que las únicas armas que poseen son su coraje para defenderse y un gladiolo para despertar los buenos sentimientos.
En Estados Unidos los Indignados levantan carteles que aseguran que son el 99 % de la población. Entonces me surge la duda: ¿dónde se encuentra el otro porcentaje de votantes, por ínfimo que sea, que acudió a las urnas para elegir a su actual Presidente, o ese otro porcentaje que las encuestas dicen que apoyan la gestión de Barak Obama.
Luego, mis dudas continuaron aumentando. ¿Cómo se compraron todas aquellas casas de campaña con su disminuida economía?
Si pasan las veinticuatro horas pululando entre las carpas, ¿de dónde consiguen los alimentos?, ¿cómo sobreviven sin comer o beber, si se supone que son el estrato más empobrecido de la sociedad? Hasta que vi, a través de imágenes, que comenzaron a cocinar en inmensas cacerolas, entonces desapareció mi preocupación de que fueran a morir de hambruna. Pero luego surgió otra pregunta ¿quién, por meses, paga esa alimentación? ¿Cómo pueden imprimir toda la propaganda que reparten y pegan por las calles? ¿Quién contrata a los diseñadores, fotógrafos, costea el papel, la impresión, el transporte de la distribución, la pegatina para las paredes?
Por último ahora hacen un diario de cuatro páginas con artículos de opinión, editoriales, e informaciones sobre el movimiento de ocupación, donde exponen sus reclamos que luego distribuyen, gratuitamente, asegurando que servirá para llevar sus demandas de políticas favorables por todos los rincones del país. ¿De dónde sacarán esa economía para mover toda una campaña por los estados de la unión?
Por si fuera poco, de manera simultánea, en todas las ciudades con puertos de la costa oeste (ya decía que me recordaba las viejas películas de Hollywood), los indignados bloquearon en protesta por la codicia corporativa. Y tienen un plan mucho mayor, que es ocupar las terminales desde Alaska hasta San Diego, luego se ampliará hasta Vancouver en Canadá.
Cuando veo todo el poder que manejan ellos mismos me parece como si fueran una gran corporación. No puedo dejar de pensar que alguien con dinero está detrás manipulando a esos necesitados. Alguien, que no son los residentes y dueños de negocios de los lugares donde se instalan y que presionan a los Gobiernos a que cumpla con las garantías ciudadanas, saca beneficios de todo esto.
En Londres han sido tan consecuentes que, después de varios meses acampados en pleno centro de la ciudad, las autoridades han apelado a instancias jurídicas para que valoren si los responsables de esos actos tienen derecho a permanecer allí o si deberán irse. Supongo, en caso de no acatar el veredicto, que más probable es que los expulsarán a la fuerza. Entonces ahí es donde la televisión cubana propaga las imágenes incriminando a los gobiernos de imponer el orden por la fuerza. Además, el Gobierno londinense ha aceptado que líderes de otros países arenguen ante la masa, exhortándolos a permanecer en aquel lugar “por ser descendientes directos del hindú Mahatma Gandhi, el estadounidense Martin Luther King o el sudafricano Nelson Mandela.
En Cuba los “indignados” duran el tiempo que se tarda en avisarle a un patrullero para que llegue a la escena: pocos minutos. Ese es el tiempo de protesta que promedia un disidente en Cuba. Después, son procesados “jurídicamente” por “desordenes públicos”, o por estar “aliados a los enemigos de la “revolución”, “atentar contra la soberanía del suelo patrio”, y disímiles causas que no aparecen ni en código penal que ellos han inventado a su conveniencia para lograr mantenerse en el poder el mayor tiempo posible.
Lo insoportable es ver el cinismo con que el régimen critica que otros Gobiernos desalojen a sus indignados. Mi pregunta sería si están preparando sicológicamente a la población para cuando nos toque a nosotros protestar y nos desaparezcan, como por arte de magia, y nos dejen olvidados en algún calabozo de sus oscuras celdas, justificándose de que en todas partes sucede lo mismo, por lo tanto, los hermanos castro no harán menos.
Imagino el destino como un libro que alguien ya escribió, donde nosotros somos meros personajes. Cuando llegue la escena de la protesta, estaré en la primera línea del primer párrafo. No soy de los que arengan y empujan, de los que escriben a costa de la sangre de otros y obtienen beneficios por ello, pues, ante todo, me gusta escribir desde mi propio dolor.
Ángel Santiesteban-Prats.

25 de febrero de 2012

Cuba: a 53 años de que el papel soporte todo lo que le escriban





El periódico más oficial, la voz del único partido político de Cuba, tiene el cinismo de publicar un artículo titulado: “El lado oscuro de la democracia”, del “periodista” y “profesor” universitario boliviano, “senador” nacional por el MAS, “exdirector” del Semanario “Aquí” y excandidato en el 2002 a la vicepresidencia de Bolivia junto con el cocalero Evo Morales, Antonio Peredo Leigue, donde comienza citando el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en sus dos acepciones de la palabra “democracia”.
Luego, ignorando nuestra posición geográfica, porque al decir: “No voy a hablar de algún ejemplo de Nuestra América, donde todos se sienten con agudo sentido crítico para desmenuzar lo que ocurre en cada uno de nuestros países”, pierde el sentido social de lo que ocurre en Cuba. Por lo que inferimos que ignora olímpicamente a los cubanos que hace más de cincuenta años no tenemos el más mínimo de los derechos de (a propósito del diccionario) comentar, disentir, criticar o protestar, a cerca de lo que ocurre en nuestro país; por lo que el “periodista” muestra un total desconocimiento de las circunstancias en que vivimos los habitantes de esta Isla. Y si su intención fue incluirnos en el continente, nosotros, que por nuestra realidad no tenemos lugar en el hemisferio occidental, que cualquiera de los residentes en Cuba que brinde testimonio crítico al sistema, se hunde en la más extrema de las circunstancias absurdas superando, incluso, las ocurrencias kafkianas, sólo tenemos de vecinos, en ese planeta imaginario y marginal, a Corea del Norte y China. Por lo tanto, definitivamente, el señor periodista que publicó aquel artículo en el periódico Granma, no nos tomó en cuenta.
Pero todo esto, según el periodista, es para tomar de chivo expiatorio a la Unión Europea, de ahí la publicación en el libelo comunista, aunque demuestran que los censores del régimen no leyeron renglón por renglón, o quizás la actitud de ellos reafirme lo que sabemos hace mucho tiempo: que de tanta desventaja ante la opinión pública internacional, han perdido la vergüenza, y lo único que les interesa es intentar manipular al pueblo de Cuba, aunque no lo logren, porque el silencio de sus ciudadanos es la respuesta del miedo, y la oficialidad se conforme con ello.
Más adelante el columnista asegura: “La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece, con claridad y puntualmente, el derecho a la vida y al trabajo digno de todas las personas en todos los países del mundo. En eso se basa la democracia. En unos países es más problemático que en otros el cumplimiento de esa declaración”.
Si el periodista escribiera este trabajo en Cuba, con seguridad no se lo hubieran publicado en ningún medio, pues es demasiado ambiguo, demasiado pegado a las exigencias de la disidencia cubana. Con certeza sufriría la censura y su posición ideológica sería cuestionada, dado que todos tienen la obligación de pensar uniformemente, aunque, al no lograrlo, la mayoría lo finja.
Por nosotros exigir lo mismo, nos tildan de traidores, espías, que estamos en contubernio con el enemigo que ellos eligen, que ellos fabrican. Con seguridad, tal periodista, con sus ideas, fuera parte de los perseguidos por la maquinaria inquisitiva del gobierno de los hermanos Castro.
Con gusto le explicaría a todos esos extranjeros que desvirtúan la realidad cubana; aunque aún me quedan la duda de que puedan ser tan inocentes, o que simplemente cobran con algún beneficio que les paga el régimen cubano, no siempre con dinero; los sobornos más comunes a los intelectuales y periodistas, llamados de “izquierda”, suelen ser las invitaciones a la Isla con todos los gastos pagados.
Ángel Santiesteban-Prats

16 de febrero de 2012

El señor Lázaro Fariñas:



“Periodista cubano radicado en Miami”, el mismo que hace un tiempo se mostró quejoso, como acostumbra, porque en Miami sólo permitieron por veinticuatros horas una valla con los cinco espías sancionados por los Estados Unidos, y que tuvimos a bien agradecerle de alguna manera que nos enseñara que allá, en el territorio “enemigo”, al menos pueden anunciar una política crítica y en desacuerdo con los que gobiernan. Por el contrario, en Cuba no se permite siquiera pensar diferente. Y lo felicitaba por haber huido con su familia a tierras, sino de absoluta libertad, al menos de libertad limitada, como él quiso exponer en aquel escrito.
Y ahora este señor vuelve a tener la desvergüenza de decir en un diario cubano, “Cuba avanza, a pesar de los agoreros” (29-11-2011), sin especificar hacia dónde es el avance, quizá sea al abismo, y refiere que: “tenía un amigo en Miami que era comentarista radial; tenía programas de entrevistas y comentarios en esta ciudad. Defendía a Cuba (entiéndase a la dictadura) a capa y espada y atacaba a la ultraderecha cubanoamericana con un sarcasmo y habilidad intelectual que muy pocos pueden imaginar”.
Me pregunto si el autor tendrá extirpado un lóbulo cerebral que no le importa hacer el ridículo, al intentar manipular con torpeza la opinión de los cubanos. O simplemente es otro propagandista, dizque periodista, pues el papel soporta todo lo que le pongan. En definitiva, lo suyo es cumplir con el régimen y continuar recibiendo los beneficios que se le otorgan en pago a los servicios que él le presta.
¿Cómo puede este señor jugar con la inteligencia de los cubanos de manera tan burda e incongruente? ¿O se estará burlando con inmenso cinismo del pueblo de Cuba? Nunca voy a entender que alguien que abandonó el territorio nacional por mejoras en su vida profesional y privada, ahora defienda la causa que le hizo huir. Porque es imposible que sea un enviado de Castro en Miami, miembro de otra “Red Avispa” que opera sin prejuicio en los medios informativos de allá, y que sobrevive olímpicamente delante de las narices de sus enemigos.
El hecho de que alguien en Miami tuvo un programa radial donde se juzgaba, criticaba y burlaban en el mismo rostro de los que sufren profundamente la distancia de su tierra, sin que nadie fuera a cerrarle su programa, ni que se tomara venganza por su mano, me parece un acto de estoicismo de parte de los que tuvieron que sufrirlo. Me niego a pensar que el señor Lázaro Fariña haya olvidado la represión y la férrea censura que existe en Cuba, ya por más de cincuenta años, donde jamás nos han permitido tener un medio personal, particular, independiente, que sirva de libre expresión. Ni siquiera la posibilidad de imprimir algo, ni el derecho a escribir boletines, periódicos, espacios radiales, por no mencionar la Internet. Cómo se puede defender un proceso que sanciona con años de cárcel al que diga en voz alta un pensamiento adverso a los designios de Fidel Castro.
Personajes como Lázaro Fariñas son los que desgraciadamente veremos en una futura Cuba democrática, defendiendo también a los políticos de turno.
Más adelante continúa su escrito contradictorio, al querer amparar lo que critica. Pues criticar la censura para defender al Gobierno cubano es una locura de atar. El señor Fariña delira al testimoniar que este comentarista radial, ya fallecido y llamado Álvaro Sánchez Cifuentes, “pertenecía a las milicias revolucionarias en la época de la invasión a Playa Girón”. Sin embargo, evidentemente los caminos de sus destinos se torcieron y terminó viviendo en Miami, allí, con aquellos que combatió por venir a evitar que con los años él se viera obligado a emigrar. Y subsistió en la ciudad donde viven sus enemigos, a los que provocó hasta el cansancio, según relata, cuando asegura que “los relajeaba, les ponía apodos y se reía de las torpezas de esos personajes tragicómicos del teatro vernáculo que conforman el llamado exilio cubano de Miami”.
Donde Fariñas alcanza niveles insospechados de cinismo es cuando asegura “nunca me ha gustado participar en programas dirigidos por personas de mi misma opinión. Prefiero el debate y la discusión”, que infiero que el lugar al que se refiere sea Cubadebate, el espacio de menos posibilidad a discernir que existe y en donde publican los “periodistas” de plantilla oficial, como el mismo Fariña; y aún más contradictorio es el hecho que publique su artículo en un país donde no existe ni remotamente el desafío a una opinión oficial, y en un periódico donde todas las opiniones son unidireccionales.
El señor Fariñas goza de las dos aguas, vive su capitalismo “feroz”, al que no abandona, y defiende al sistema que no acompaña. De lejitos la historia es diferente y él lo conoce mejor que nadie. Sobrevive en Miami, y cobra sus vacaciones en Cuba. Esos personajes que no conocen la dignidad son los aliados que el Gobierno cubano consigue.
Lo que más le deseo al señor Fariñas, es que su ciudadanía norteamericana le sea retirada y lo regresen a su Comité de Defensa de la Revolución, que lo hagan Presidente de su cuadra, y viva la descarnada realidad de los cubanos.
Entonces, veremos cuál será su discurso.
Ángel Santiesteban-Prats

8 de febrero de 2012

Atropellando la inocencia




En el periódico oficialista -por supuesto, no permiten que existan otros-, un “periodista” publicó un artículo titulado: “Arrollando la inocencia”, donde, exaltado, se preocupa en destacar algunos juegos de niños que fingían “matar”, donde asegura: “pueden esconderse actitudes irresponsables en el futuro; y aunque el hábito no hace al monje, al menos lo identifica”.
También resalta el articulista que otro grupo de niños echaba sobre unos soldaditos, a los que se entienden como figuras humanas, autos de juguetes guiados a control remoto, y que quien más atropellaba recibía la mayor ovación y gritos de victoria.
Luego, atinado, destaca: “la formación de la personalidad es un proceso de sedimentación de conductas, valores e influencias ¿no podría la “ingenua violencia”, demostrada en el juego, ser un patrón que prevalezca en el futuro? Vale la pena reflexionar”.
Y asegura: “no es un secreto, porque así lo establece la Ley, que es responsabilidad de los padres formar el carácter de sus hijos”.
Al terminar la lectura me pregunté cómo era posible que un periodista en edad madura, según demuestra la foto que acompaña el artículo, pueda atropellar su inocencia, o peor, la de los lectores. ¿Cuántas veces hemos llamado la atención sobre el militarismo y, por ende, sobre la violencia que el Gobierno siembra en los niños? Desde que tuvimos uso de razón nos prepararon física y sicológicamente para matar. ¿Qué intención persigue la sociedad de “Niños Exploradores” que no sea la de dirigirle los primeros pasos en el rigor militar, la vida de supervivencia en situaciones límites? Desde niños formamos parte de los Círculos Militares, nos llevaron a Unidades Militares, nos enseñaron a manejar la técnica militar.
Somos, según la educación recibida, un producto del proceso revolucionario al cual nos debemos, y tenemos que defender con nuestra propia vida. Desde edad temprana nos hicieron marchar y sostener un fusil de madera o calamina. Llenaron la isla de casitas con escopetas de perles, porque el lema era: “Saber tirar, y tirar bien”, y quienes costeaban la inversión era la SEPMI, una derivación directa del ejército. Tuvimos una asignatura, que aún existe, lean bien: asignatura llamada: “Preparación Militar”, para niñas y niños, tan importante como las demás a la hora de promediar el escalafón por el cual se le asignan los estudios al futuro profesional. Asignatura que lo acompañará por el resto de su vida, en el preuniversitario, en el servicio militar previo a los estudios universitarios. Incluso luego, en la universidad, continúa esa preparación. Y, después de graduarse, sigue siendo parte del ejército y cada cierto tiempo está obligado a permanecer un mes o varios, en campos de entrenamientos. Los domingos de MTT, que llenan nuestros barrios, entiéndase los espacios de infancia, con escenas tenebrosas de ataques, disparos, humo y explosiones. Y nosotros, los niños que fuimos y los actuales, presenciando todas esas escenas de muerte.
Mientras nosotros postergamos los juegos porque debemos esperar que los adultos terminen con los suyos, pero con armas reales, y nos devuelvan las calles, mientras esperamos la llegada de padres y madres a nuestros hogares, con sus uniformes sudados y botas con lodo, que apena les queda ánimo para cuidar la limpieza de la casa, solo sus cuerpos piden baño, alimento y reposo, qué nos puede quedar: la imitación, ir a repetir esos fuegos, a ocupar las barricadas con sacos rellenos de tierra.
A eso agregarle, por supuesto, siempre quitando la máscara de la inocencia y señalando la realidad, que los programas de la televisión nacional en su horario estelar son los de policías, héroes incorruptibles, que a través de la violencia alcanzan la justicia. Basta recordar aquellas grandes series de "En silencio ha tenido que ser", "Julito el pescador", "Algo más que soñar", entre tantas, presentaciones que, queramos o no, marcaron la personalidad de lo que somos hoy, y nuestros padres sin poder impedirlo, aunque estuvieran conscientes de las consecuencias futuras en el ser humano que seríamos después. ¿Pero cómo detener los acontecimientos, el tiempo, aislarnos de todo?
Estimo que el periodista, quizá con su mejor intención, atropella su propia inocencia, o subestima la sociedad al ocultar las verdaderas razones de la violencia actual que se trasmite a través de los discursos, el miedo perenne que nos engendran con invasiones a nuestras costas, ataques aéreos, entre otros. La sociedad cubana en estos 54 años de proceso político que nos rige, sobre todos a aquellos que nacimos dentro del caos, fue educada para matar a un supuesto enemigo que nunca llegó. Aún esperamos el cacareado ataque inminente de los Estados Unidos, por lo que varias generaciones de cubanos sacrificaron sus vidas, postergando sus anhelos por un futuro mejor que tampoco llegó.
Recuerdo que en la inocencia de mi generación jugábamos a matar como cowboy, pero la mayoría queríamos ser indios, apaches que defendían su territorio porque veíamos a los pistoleros del oeste como abusadores que deseaban imponer su ley, robar la tierra, la tranquilidad y sesgar sus costumbres. Eso lo aprendimos de las películas norteamericanas conque también nos cocinaron, justo antes que llegaran las películas de guerra soviéticas y del resto del campo socialista. Allí nos torcieron la cultura, la mirada y la inocencia.
Ojalá que lo más objetivo del articulista sea el llamado a una “reflexión”, que valdría la pena que alguien hiciera, aunque, lo entendemos, no tuviera la osadía directa de nombrarlo porque eso sería un suicidio, cerrar la puerta oficial a su ejercicio periodístico. Porque en definitiva, lo que somos, bueno o malo, se lo debemos a nuestra rebeldía o a Fidel Castro, que impuso las reglas de juego que cada generación debió acatar.
Caminos bifurcados que cada cual, arrollando o arrullando su inocencia, tomó para sí.
Ángel Santiesteban-Prats